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piezas peregrinas

by Cavito Mendoza

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1.
Estaba hecho de aluminio el bote para navegar Aunque ajustado, estaba cerca, listo para usar Qué alegría jugar y en la casa volver a estar La luz es como el agua La luz... Esperar con impaciencia para poder reclamar Ese premio que querían para recordar El hogar en la bahía con la vista al mar La luz es como el agua La luz... “Los niños, dueños y señores de la casa, cerraron puertas y ventanas, y rompieron la bombilla encendida de una lámpara de la sala. Un chorro de luz dorada y fresca como el agua empezó a salir de la bombilla rota, y lo dejaron correr hasta que el nivel llego a cuatro palmos. Entonces cortaron la corriente, sacaron el bote, y navegaron a placer por entre las islas de la casa.” Gabriel García Márquez Era el momento para llenar De luz dorada ese lugar Entre las islas poder bucear Y encontrar cosas perdidas en la oscuridad La luz es como el agua La luz...
2.
“Era bella, elástica, con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras verdes, y tenía el cabello liso y negro y largo hasta la espalda, y una aura de antigüedad que lo mismo podía ser de Indonesia que de los Andes. “Esta es la mujer más bella que he visto en mi vida”, pensé, cuando la vi pasar con sus sigilosos trancos de leona. Fue una aparición sobrenatural que existió sólo un instante y desapareció en la muchedumbre del vestíbulo.” Gabriel García Márquez Era el tiempo de los instintos Y yo te añoraba y yo te buscaba al andar La coincidencia de escoger un número Que me llevaría, que me acercaría a tu amar Donde cerca te vería Donde yo me perdería Esperando que regreses de tus sueños Esperando que me mires a los ojos “Saber que duermes tú, cierta, segura Cauce fiel de abandono, línea pura, Tan cerca de mis brazos maniatados.” Agonizante de amor, velando tus sueños Quién iba a creerlo Y yo estoy como imantado Y yo estoy tan entregado Esperando que regreses de tus sueños Esperando recobrar mí libertad.
3.
En primavera y otoño que eran las épocas en que Cadaqués resultaba más deseable, nadie dejaba de pensar con temor en la tramontana, un viento de tierra inclemente y tenaz, que según piensan los nativos y algunos escritores escarmentados, lleva consigo los gérmenes de la locura.” Gabriel García Márquez Mira el cielo azul intenso, Mira el pueblo, es de los más bellos Y aún así yo siento un gran dolor Un mal sentimiento Que me ensombrece el alma Y ya no sé describir lo que siento Es el viento frío y seco. Mira el suelo, viene de adentro Y arrastra un lamento Con su andar turbulento Me trae desasosiego Con su silbido inquieto Y trae la locura, el desencanto y el horror Se convierte en un puñal veloz Y me ensombrece el alma y ya no sé Si estar aquí yo quiero Y aún así yo siento un gran dolor Un mal sentimiento Que me ensombrece el alma Y ya no sé describir lo que siento
4.
04 La Santa 03:25
“Como todos los habitantes de la región, Margarito desenterró los huesos de sus muertos para llevarlos al cementerio nuevo. La esposa era polvo. En la tumba contigua, por el contrario, la niña seguía intacta después de once años.” La piel era tersa y tibia, y los ojos abiertos eran diáfanos, y causaban la impresión insoportable de que nos veían desde la muerte. El raso y los azahares falsos de la corona no habían resistido al rigor del tiempo con tan buena salud como la piel, pero las rosas que le habían puesto en las manos permanecían vivas.” Puedo ver que se acaba el tiempo, No hay respuestas a las dudas, ni al misterio Puedo ver que te extingues, Porque tu camino esta trazado Por un ser que no respira, no respira… "Era él, viejo y cansado. Habían muerto cinco Papas, la Roma eterna mostraba los primeros síntomas de la decrepitud, y él seguía esperando. - He esperado tanto que ya no puede faltar mucho más. Puede ser cosa de meses” Puedo ver que se acaba el tiempo, No hay respuestas a las dudas, ni al misterio Puedo ver que te extingues, Porque tu camino esta trazado Por un ser que no respira, Que no ve lo que tu luchas, Que no siente lo que sientes Y aunque este contigo Tú estás solo, con la Santa Con la santa… "Se fue arrastrando los pies por el medio de la calle, con sus botas de guerra y su gorra descolorida de romano viejo, sin preocuparse de los charcos de lluvia donde la luz empezaba a pudrirse. Entonces no tuve ya ninguna duda, si es que alguna vez la tuve, de que el santo era él. Sin darse cuenta, a través del cuerpo incorrupto de su hija, llevaba ya veintidós años luchando en vida por la causa legítima de su propia canonización".
5.
“Al anochecer, cuando llegaron a la frontera, Nena se dio cuenta de que el dedo con el anillo de bodas le seguía sangrando. El guardia debió confundirla con una aparición mágica en aquella noche de espantos. - ¿Es algo grave? - Nada. Es sólo un pinchazo. Ella era casi una niña, con unos ojos de pájaro feliz y una piel de melaza que todavía irradiaba la resolana del Caribe en el lúgubre anochecer de enero. Se dio cuenta por primera vez de que el dedo estaba sangrando cuando salieron de Madrid, en una tarde que se había vuelto diáfana después de la tormenta. El embajador y su esposa la esperaron con un ramo de rosas tan radiantes y frescas, que hasta las gotas de rocío parecían artificiales. Al cogerlas se pinchó el dedo con una espina del tallo, pero sorteó el percance con un recurso encantador: - Lo hice adrede, para que se fijaran en mi anillo. El pinchazo era casi invisible. Tan pronto como regresaron al coche volvió a sangrar, de modo que Nena dejó el brazo colgando fuera de la ventana, convencida de que el aire glacial de las cementeras tenía virtudes de cauterio. - Si alguien nos quiere encontrar será muy fácil, sólo tendrá que seguir el rastro de mi sangre en la nieve. Imagínate: un rastro de sangre en la nieve desde Madrid hasta París. ¿No te parece bello para una canción?
6.
“Billy, que conducía el coche, era un año menor que ella, y casi tan bello. Al contrario de su esposa, era alto y atlético y tenía las mandíbulas de hierro de los matones tímidos. Pasaron las tardes difíciles de junio en la terraza interior de la casa, ella tocando canciones de moda en el saxofón, y él contemplándola desde el chinchorro con un estupor sin alivio. Habían progresado tanto en el amor, que ya no les alcanzaba el mundo para otra cosa, y lo hacían a cualquier hora y en cualquier parte, tratando de inventarlo otra vez, cada vez que lo hacían. Debajo de la triste reputación de bruto que él tenía muy bien sustentada, ella descubrió un huérfano asustado y tierno. Se habían casado tres días antes, a 10.000 kilómetros de allí, en Cartagena de Indias. Nadie, salvo ellos mismos, entendía el fundamento real ni conoció el origen de ese amor imprevisible. En París, Billy estacionó frente a la entrada de emergencias de un hospital enorme y sombrío. Mientras llegaba el médico de turno le apretó a ella la mano izquierda, y la sintió lánguida y fría, y sus labios habían perdido el color. Se quedó parado en la sala lúgubre sin saber qué hacer, mirando el corredor vacío por donde se la habían llevado. Se sentía tan ofuscado y solo que no podía entender cómo pudo vivir alguna vez sin el amparo de Nena. El dedo era un manantial incontenible, y ella sintió de veras que se le estaba yendo el alma por la herida.
7.
Los funerales tuvieron lugar el domingo a las dos de la tarde, a sólo doscientos metros del sórdido cuarto de hotel donde Billy agonizaba de soledad por el amor de Nena. El mismo domingo por la noche, mientras él soportaba las ganas de llorar de rabia, los padres de ella se llevaron el cuerpo embalsamado dentro de un ataúd metálico. El martes amaneció turbio y helado, pero sin la llovizna, y él se levantó desde las seis, y esperó en la puerta del hospital. Cuando entró por fin, el martes en la mañana, ya se había consumado el entierro. Cuando salió ni siquiera se dio cuenta de que estaba cayendo del cielo una nieve sin rastros de sangre, cuyos copos tiernos y nítidos parecían plumitas de palomas, y que en las calles de París había un aire de fiesta, porque era la primera nevada grande en diez años. Entonces lo supo: Nena había muerto desangrada a las 7:10 de la noche del jueves 9 de enero.”
8.
Soy de la montaña, de las nubes Soy del agua clara y de cantar Viajo por el mundo y no concibo No concibo la vida sin soñar Me alquilo para soñar y yo sueño que en sueños me ves soñar Me alquilo para soñar y yo sueño que en sueños me ves soñar Que estoy llena de luz, que estoy llena de azar, que mi sueño es mi cruz Pa’ ti solo la poesía es clarividente Que soñar es una artimaña para vivir Para mi soñar es estar viva Y es la única manera de vivir Me alquilo para soñar y yo sueño que en sueños me ves soñar Me alquilo para soñar y yo sueño que en sueños me ves soñar Que estoy llena de luz, que estoy llena de azar, que mi sueño es mi cruz y no vivo por más Que si es bueno vivir: lo mejor de vivir es despertar “A las nueve de la mañana, mientras desayunábamos en la terraza del Habana Riviera, un tremendo golpe de mar a pleno sol levantó en vilo varios automóviles que pasaban por la avenida del malecón, y uno quedó incrustado en un flanco del hotel. Fue como una explosión de dinamita que sembró el pánico en los veinte pisos del edificio y convirtió en polvo el vitral del vestíbulo.” Gabriel García Márquez
9.
“María dos Prazeres acababa de cumplir setenta y seis años. A pesar de su edad y sus bucles de alambre seguía siendo una mulata esbelta y vivaz, de cabello duro y ojos amarillos y encarnizados. Había tenido en sueños la revelación de que iba a morir, y desde entonces se sintió más ligada que nunca a Noi, su perro, aquella criatura de su soledad. En una fracción de segundo volvió a examinar por completo el sueño premonitorio que le había cambiado la vida durante tres años, y comprendió entonces el error de su interpretación: “Dios mío –se dijo asombrada-. ¡De modo que no era la muerte!” Gabriel García Márquez Es María dama de compañía Que tiene miedo de morirse sozinha Y de las aguas del mar Va trabajando en entrenar a su perro Para que llore cuando ella se vaya al cielo Y ya Noi puede llorar Pero ella no sabe si es la muerte O el amor quien la espera En la esquina de su coraçao María María Mulata de cabeza fría María la niña La anciana, la perdida (Bis) La perdida
10.
“Una tarde de lluvias primaverales, cuando viajaba sola hacia Barcelona conduciendo un automóvil alquilado, María de la Luz Cervantes sufrió una avería en el desierto de los Monegros. Era una mexicana de veintisiete años, bonita y seria. Al cabo de una hora de señas desesperadas a los automóviles y camiones de carga que pasaban raudos en la tormenta, el conductor de un autobús destartalado se compadeció de ella. El autobús estaba entrando en el patio empedrado de un edificio enorme y sombrío que parecía un viejo convento en un bosque de árboles colosales. Aquel palacio en sombras, con gruesos muros de cantería y escaleras heladas, era en realidad un hospital de enfermas mentales.” Gabriel García Márquez. Sólo vine a hablar Pierdo la luz la lluvia no cesa Justo aquí se muere el motor Pierdo la luz, pierdo paciencia Frío, miedo, angustia Sobre el rastro del sol Muevo mi cuerpo Abro mis brazos y quiero Quiero poder volar Y ya no sé Cuantos días llevo aquí Si meses o años Solo sé que estoy sin ti Y cada día es peor que el anterior Solo sé que nunca volveré a ser yo Sobre el rastro del sol Muevo mi cuerpo Abro mis brazos y quiero Quiero poder volar
11.
“El más grande fue Ludovico. Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra. En un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. A partir de la media noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor.” Gabriel García Márquez En el castillo de la Toscana Jamás se pudo ocultar La triste historia que acompaña A su guerrero creador Maestro en artes de la guerra Feroz caballero del dolor Ludovico no llores más tu pena Sal de una vez del purgatorio del amor Y allá en su lecho nupcial Entre muerte y fresas se puede escuchar A los espantos de agosto Que lloran la locura del corazón Son los espantos que no encuentran En el suicidio la redención.
12.
Tus palabras me ayudaron dieron luz a esos días y nacieron melodías dulces versos me salvaron Me dolió tanto extrañarte y no saberte allá afuera esperé la primavera paso el tiempo sin buscarte y… Sólo quedan unas piezas de papel unos cuentos y mis sentimientos Sólo queda un pedazo de papel con una cifra la suma de mis miedos Aún deseo conocerte Aún aprendo a descubrirte aunque no pueda mirarte Aunque el sol se ponga triste, porque Sólo quedan unas piezas de papel unos cuentos y mis sentimientos Sólo queda un pedazo de papel con una cifra la suma de mis miedos

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released June 12, 2017

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Cavito Mendoza Bogota, Colombia

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